Ajedrez...

Nuestro amor, un juego de ajedrez y estrategias militares y el afán por hacer un buen movimiento; demasiadas cosas en juego, demasiados sentimientos, demasiados proyectos, demasiadas historias y demasiados sueños también...
Nosotros, discípulos privilegiados del Emperador, que leimos en su minuto a Maquiavelo y como todos los que poseemos el celular de Dios ahora tenemos también el de Lucifer.
Nosotros, los mismos maestros que desarticulamos alianzas secretas y acuerdos públicos ultraconocidos, los mismos que reavivamos el fuego del sentimiento del gorila por el puro hecho de amarnos y de atrevernos a jugar.
Nosotros, que con los cursos acelerados de la Universidad de la vida aprendimos a jugar el juego y superar a los que se creían maestros.
Quizás el mundo deba agradecernos esta cirugía magistral, al menos yo lo hago... La gran pregunta es dónde termina esta jugada cuando nos convertimos también en los alfiles, torres, peones y caballos con movimiento propio. ¿La jugada termina en una nueva postulación a historia de los excelsos estrategas? ¿Podemos con un par de movimientos anticiparnos tanto al jaque mate? Otra jugada se abre en el tablero. "Insertaremos en forma definitiva nuesta historia a toda prueba en el contexto local". Linda frase, alentadora. ¿Es razonable en un país donde la trampa política, el ajedrez, lo obliga a elegir al ciudadano entre dos caminos que tienen el mismo destino? Y yo sigo pensando en nosotros, presentes, eternos y seguros. Porque ahora estás seguro. Y yo también. Entonces vamos por el jaque mate.
Y aqui estamos otra vez, como siempre en estos años, en una encrucijada que no es mas que la delgada línea entre lo que era y lo que es...o lo que será... mientras vemos juntos y entre sonrrisas la desesperación de varios que no encuentran la puerta de salida de este, que es nuestro juego y nuestro tablero también.

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