La verdad es que a mis amigas les encanta bailar; algunas tienen gran talento para ello, porque han estudiado o tienen una enorme gracia natural y otras se aplican seriamente en el asunto; sin embargo yo, por desgracia, naci tiesa y patuleca y un simple baile puede llegar a convertirse en una tortura, ya que además de ser muy tiesa, tiendo a pisar al galán que se arriesga a probar suerte conmigo en una empresa difícil y dolorosa; eso sí, me he instruído y he ensayado una dulce sonrrisa para decir "lo siento", ante lo cual ,él siempre galante, responderá "no importa, ni lo sentí".... cuando en realidad se pone medio lila y yo rio por lo bajo por esta calamidad de tiesura con la que me toco nacer y que ni los bailes reggeatón ni la cumbia sabrosona, ni siquiera mi afán percusionista, han podido superar.
Cuando toco las congas todo es distinto... siempre detrás de los tambores marco el compás con los piés y siempre llevo el ritmo, y cuando las canciones son más alegres salto y le pongo pasión a la tocada....pero la falta, la carencia de un paso agradable, la negación de mis piernas y la porfía de la cintura para seguirme en mi lucha por danzar, siguien ahí esperando para recordarme que Lola, la niña del tambor, no sabe ni sabrá nunca cómo bailar.-
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